miércoles, 20 de mayo de 2015

No todo el mundo tiene el valor de leer las miradas.

No puedo callarmelo, esto es un secreto a voces. Como el suicida que maldice su vida gritando a los cuatro vientos, exigiendo su muerte, en lo alto del puente de Nueva York.
Quiero gritarte que tienes la mirada más bonita de todo el país. Porque no es el color de los ojos lo que hace bonita una mirada, sino la profundidad del alma que reflejas en ellos. Quiero quedarme a vivir en tus ojos, son como un abismo desconocido. Incitan al pecado, una oportunidad para quedarnos a visitar la infinidad de lo desconocido. Son la llave que abre las puertas del infierno, son las lagunas de tu inframundo. Un misterio indescifrable, una curiosidad pícara, un paraje inexplorado aún. Una vía de escape a cualquier planeta que no exista. Un camino que guía hasta lo prohibido, lo profundo de la locura. Son la razón de mi pérdida de conciencia, de mi pérdida de coherencia. La inercia que empuja a contemplar, durante horas, todas las palabras que no dejas pronunciar. Son tus ojos, la forma que tienes de intentar decirme lo que eres. No todo el mundo tiene el valor de leer las miradas ni, mucho menos, el valor de perderse en ellas.


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