sábado, 25 de julio de 2015

Somos esclavos del tiempo.

Somos esclavos del tiempo, estamos presos a unas agujas que corretean a su antojo. Vivimos ligados a un 'tic tac' continuo, eterno. Ahogados por la arena que desencadena cada momento. Granitos de segundos, de milésimas que acaban en montañas de horas. Playas llenas de vidas, de meses, de recuerdos, de desamores y de relojes usados, desgastados también.
Castigados a perder el tiempo, a perder oro. Asustados cuando vamos a contrarreloj. Vivimos limitados por un conjunto de engranajes que ordenan nuestra vida, planifican nuestros momentos. O sólo justificamos nuestros esquemas mediante el tiempo. Desamparados cuando agonizamos y, aclamamos poder robar algunos segundos más para alargar nuestra vida antes de dejar escapar el último aliento.
Tiempo camuflado en hojas de calendario, en listas de 'cosas por hacer'. Disfrazado de atardeceres preciosos o amaneceres radiantes. Tiempo que cae sobre paraguas a modo de chaparrón o tiempo, que viaja de aquí o allá movido por un vendaval. Tiempo que crece entre hierbajos y niños. Atrapado entre arrugas y manos cansadas, espaldas molidas y bastones de madera. Pero, por qué debemos fiarnos del reloj, si cada vez que lo miramos marca una hora distinta.

Un simple perro al que arrojan monedas

"Las aceras mojadas y las rejillas atoradas de agua. No es la mejor imagen de Londres una mañana de domingo, pero nada cambiaría la similitud con una foto en blanco y negro de hace años. Es más, las nubes se hacen paso entre los resquicios azules que quedan para acabar con la luminosidad. Más bien que las 10 de la mañana, parece ser el comienzo del día: las calles rebosantes de una espesa niebla, alternándose con témpanos de agua que se abalanzan contra los paraguas como "kamikazes". Pero nada me recuerda más a ello que los extraños arropados entre largas gabardinas y sombreros de solapa.
Tal vez sea una ironía que la gente ayuda a la gente, porque mientras yo me encuentro desdeñado por la vida, sentado entre un par de cartones que se deshacen a cada gota de agua y una pistola bajo la manga, el mundo camina con indiferencia y batallas de paraguas. El rechazo de la sociedad ha creado en mi la repugnancia hacia el ser humano, pero que más da lo que yo pretenda decir si soy un simple mendigo que vive entre partituras y un viejo saxofón. Soy un simple perro al que arrojan monedas como si fueses las sobras de la comida.
Deja de ser una idea precipitada y aterradora en el momento que no tienes nada que perder. No niego que sea una acción cobarde, pero es la más rápida y segura. En ese instante, extraigo el revólver de la manga para hacer lo propio."
Confieso que esta ilustración ha sido la más inspiradora. Tanto, como para crear un fragmento de lo que puede ser una historia. La explicación está entre esas líneas.

Autor: Gonzalo Ortega Ropero
@LdeLawrence