Meses más tarde, el destino nos volvió a juntar. Hizo que casualidad tras casualidad volviéramos a mirarnos a los ojos como la última vez, bajo la luna. El reflejo de ésta seguía haciéndola muy pálida, lo que me costaba creer que estuviera tan viva. Con miedo a que dejase de respirar de un momento a otro, y la eternidad me dejara al desamparo, la tomé de la mano, tan fina, tan dulce, tan suave, tan fría... Mis brazos rodearon su espalda y la abracé con fuerza. Comencé a sentir su calor, como si yo hubiera podido adentrarme en su ser, había conseguido traspasar aquella sensación de invierno que la envolvía. Dentro de ella existía la primavera, con un ambiente cálido y entrañable.
Y otra noche más, empecé a visitar cada rincón de su ser. Quizá sería la última vez que volviese a verla o tal vez, esa noche acabaría todo. Quién sabe donde nos encontraríamos al amanecer o si, amaneceríamos.
Yo se que tú siempre has sido de bordes y yo tenía muchos límites que sobrepasar.
Te invito a quedarte, visitarme y leerme. Recuerda que en cada entrada te regalo un poquito de mi. Gracias por pasarte.
miércoles, 16 de septiembre de 2015
Tú siempre has sido de bordes
"Y sabéis, todos nos convertimos en recuerdos alguna vez".
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