Ansío despejar la tormenta de sentimientos que, de un momento a otro, me va a diluviar. Una avalancha de recuerdos, que me golpean y me ahogan, está a punto de alcanzarme y yo no tengo fuerzas ni para intentar escapar de ella.
Esta noche solo quiero cerrar los ojos y no pensar, no sentir, no querer, no regresar. No quiero volver a saborear la tristeza, no ésta que me parte el alma y me desgarra por dentro.
No puedo soportar la crueldad de volver a pensarte, de sentir que estás de nuevo aquí, pero nunca regresas.
Te echo de menos.
Y de repente, estás. Pero lejos, no alcanzo a rozar tus dedos.
Me miras, sonríes y tu olor me inunda, juegas conmigo y me cantas bonito. Yo río, tanto que, las mejillas me cierran los ojos, y tú ya no estás.
Nefasta y cobarde ilusión de creer tenerte aquí, sabiendo que estás incluso más lejos de mis sueños.
Tú, tú que has sido amor tantos años y, ahora, eres polvo eterno; luz en la oscuridad; paz en el silencio; hijo de la Tierra y razón de llanto.
Tú, que eres estrella y guía, ahora y por siempre; fugaz y efímero camino; destino de todos. Tú.