lunes, 29 de febrero de 2016

Contra el cáncer, todos los días.

No quiero que me mires con pena, sino con orgullo porque soy una valiente. Porque soy una luchadora, no una cobarde. Mírame bien, aquí he venido a ganar, porque voy a hacerlo. No estoy enferma, estoy enamorada de la vida, de sus dificultades, pero también de esa dulce sensación que me queda en la boca después de atravesar las amarguras.
Tengo un pañuelo de color rosa que rompe el color de la tristeza, que me sienta de maravilla y combina a la perfección con mi sonrisa. Tengo la positividad cargada y la cabeza llena de sueños por cumplir. Estoy rodeada de gente que me apoya y que no me dejarán rendirme nunca, porque ellos me miran como una triunfadora y no como una enferma consumida.
Ahora el tiempo pasa más lento, el café me sabe más amargo, la vida me gusta mucho más. Estoy aprendiendo a ver el lado bueno de las cosas, a sacar fuerzas de donde no las hay. Ahora me permito tomarme unos minutos, ¡qué digo minutos, horas! Horas enteras para disfrutar de mi, para disfrutar de lo que me rodea. No voy a aguantarme las ganas de comerme el mundo. Tengo hambre, hambre de vida, de esperanza, de triunfo. Estoy hambrienta de consumir cada segundo que pasa, de llenarme de tiempo, de olores, de lugares, de personas, de amor. 

Mírame con orgullo porque yo se lo que es disfrutar de la vida, lo que es tener el privilegio de mirarla a la cara y desafiarle a un segundo asalto que voy a ganar sin rasguños.