viernes, 30 de diciembre de 2016

Otra carta bajo la luna




En aquella estrellada noche de Septiembre, recuerdo notar como la tímida brisa del final del verano se colaba por debajo de mi fina camisa vaquera, para terminar erizando toda mi espalda. Con los ojos cerrados, podía sentir tu cálido aliento sobre mi nuca y tus brazos rodeando mi cintura. Tus manos fueron recorriendo mi esbelto torso hasta terminar enredadas en mi pelo. Quedamos congelados en un beso lento y lleno de pasión. 
Su mano derecha se perdió en uno de los bolsillo y mis piernas comenzaron a temblar. Me inundó una sensación de mareo, en mi estómago debió desencadenarse un tsunami. Nos miramos a los ojos sintiendo la serenidad de la noche, un silencio sepulcral se expandía por el ambiente y todo quedaba iluminado por la tenue y pálida luz de la luna. 
Sus carnosos labios comenzaron a recitar, con voz quebrada, aquellas palabras que emborronaban el papel. Decía así: 

"Mía. Sólo mía. Miísima. Más mía no puedes ser. Y no porque yo te lo diga, sino porque así lo has decidido tú.
Mía. Sólo mía. Miísima. Esa mía tan tuya de la que me he enamorado. Esa tuya tan nuestra que ahora siento sólo mía. Pero no es una mía de tenerte aquí atada conmigo. Es una mía que nada tiene que ver con la posesión.
Porque contigo he aprendido que con la puerta abierta nadie se va. Porque contigo ya no soy lugar, sino destino. Porque mi máxima aspiración es llegar a convertirme en tu hogar, ese sitio al que siempre quieras volver"

Ahora, déjame decirte que siempre he sido tuya. Incluso mucho antes de conocernos. 

Todas las personas que pasan por nuestra vida nos enseñan algo

Decía un profesor de Chi Kung que conocí: "Es necesario alejarse de lo que nos hace mal.
La comida que nos disgusta, los animales que nos asustan, las plantas que nos provocan alergia, las personas que nos hacen sufrir e incluso, los lugares que nos hacen sentir tristes. Todo aquello que no aporta, hay que apartarlo.
En esta vida, todo es un cambio constante y no podemos retener aquello que nunca será para nosotros, quizás durante un tiempo nos perteneció, pero a lo largo del tiempo deja de ser nuestro.
Al principio es duro. A veces agarrar la cuerda duele más que soltarla.
Debemos ser felices, y buscar nuestra felicidad en todo aquello que nos satisface y nos engrandece como personas.
Cuesta asimilar que se vayan personas importantes, que nosotros mismos las dejemos ir, pero con el tiempo todo se estabiliza y la energía que nos quitan, vuelve limpia a nosotros." 

Creo con rudeza que, todas las personas que pasan por nuestra vida tienen algo que enseñarnos y algo que aprender de nosotros. 


miércoles, 7 de diciembre de 2016

Esquivarte nunca fue una opción.

Cerré los ojos antes de ver si venías como beso o como bala. Esquivarte nunca fue una opción. Segundos más tarde sentí un fuerte dolor en el lado izquierdo de mi pecho, ahí donde todos tienen corazón. Un gran agujero negro se había incrustado ahí, ahora solo quedaba un frío vacío que se agrandaba por dentro, y me hacía morir lentamente.
Mi cuerpo se inundó de una sensación que me hacía sentir la sangre fluir abundantemente, me derretía, me descomponía. Experimenté una gran sacudida que me hizo entender eso que dicen de: "polvo somos y en polvo nos convertiremos".
Un montón de trozos rotos empapados de fluidos, que no sabía si eran lágrimas o sentimientos, eso podía describir cómo me sentía.
Que te alejaras de mi, era sin dudar lo que más daño me hacía en el mundo.
Que tropezaras conmigo y quisieras entrar en mi, fue el mayor golpe de suerte. Porque personas como tú, son difíciles de encontrar, debes merecerlas demasiado.
Ahora creo con rudeza en que todos venimos aquí para mejorarle la vida a alguien, para salvarla de sus miedos y quererla con sus dificultades. En este momento, se que permaneceré siempre contigo. Aquí y ahora. Teniéndote muy dentro de mi.