domingo, 11 de marzo de 2018

Galaxia.

Casi sin querer, cayó la noche y todo se volvió oscuro en aquella habitación donde, como cada noche, ella descansaba del peso del mundo.
Sin embargo, había algo extrañamente distinto aquella noche, junto a ella se iluminó una galaxia entera.
Pasó largo tiempo besando cada uno de los lunares de aquella ruda y fornida espalda que se había recostado a su lado.
Su respiración era constante y calmada, debía haberse dormido hacia apenas unos minutos.
Su cuerpo desprendía calor, una especie de calor donde quieres quedarte a vivir siempre, eso que a ella le gustaba llamar "calor de hogar".
Hacía tiempo que se había dado cuenta que esos brazos eran su casa, que quería quedarse a vivir en aquel lugar muchos años más. Se sentía a salvo estando muy cerca de allí.
Sus delgadas manos terminaban en unas blanquecinas y afiladas uñas que acariciaban con cariño su torso desnudo, y la piel de aquel chico se erizaba con rapidez.
Sonriente y satisfecha, se dispuso a abrazarlo pidiendo a la luna que aquella no fuera la última noche.

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