domingo, 10 de abril de 2016

La libertad de la vida que al azar hemos ganado

Hoy lo imaginaba y podía sentirlo, podía verme a mi misma en ese aeropuerto de Bruselas a hora punta, la hora justa de la desgracia, la hora en la que desearía no haber llegado nunca a tiempo. 
De repente, me encontraba tirada en el suelo, el cuerpo me dolía y me sentía pesada, como si alguien me hubiera arrojado con todas sus fuerzas contra el suelo. Mis oídos se rompieron, debían estar rotos puesto que, sólo podía escuchar un fuerte, molesto y constante pitido agudo que hacía que me doliera la cabeza con gran intensidad. Poco a poco, mi vista se fue aclarando y pude ver mis manos llenas de sangre. ¿De dónde venía esa sangre, era mía? Me sentía confundida, no podía escuchar nada, pero si ver todo hecho añicos: maletas abiertas con ropa fuera tiradas por todo el suelo, trozos de techo o pared rotos, escombros esparcidos por todos lados, miles de pedacitos de cortantes cristales inundaban aquel frío lugar. A mi alrededor había gente que corría asustada gritando sin voz... ¿y él? ¿¡Dónde está él!? 
Sin darme cuenta, me he levantado y me encuentro aturdida buscándolo. No he podido agarrarme a él, todo ha ocurrido en cuestión de segundos. No puedo perderle. No puede perderse, debe estar bien, me exijo a mi misma que tiene que estarlo. Miro por todo el recinto con precisión milimétrica cada rincón y por fin lo veo, está a varios metros detrás de mi tumbado boca abajo y yo corro hacia él. Le tomo el pulso, gracias a Dios sigue vivo, todavía respira aunque con dificultad. Lo zarandeo con delicadeza y recobra el sentido, está abriendo los ojos despacio, como si la luz le quemara las retinas. Y me abrazo a él con mucha fuerza, pero tenemos que salir de ahí tan rápido como podamos porque podríamos estar muertos, sin embargo, ahora estamos caminando hacia la libertad. 
La libertad de la vida que al azar hemos ganado, porque alguien que jamás hemos visto ha querido jugar a ser Dios eligiendo arrebatar miles de vidas de gente ajena que no conocen, personas que han roto ilusiones, sueños, futuros y familias con la misma facilidad con la que se raja una hoja de papel, sin importancia, sin remordimientos. 

Pero afortunadamente yo no estaba allí, ni en ese aeropuerto ni en ese frío suelo lleno de cristales. Yo no he vivido ese dolor, pero puedo imaginarlo. No he visto esas horribles imágenes más que en mi pantalla de televisión. Pero solamente contemplándolas he podido imaginar y sentir todo esto. Y es muy triste que alguien te arrebate la vida que ni siquiera te ha dado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario